No es fácil, ponerse de acuerdo en el origen de las modalidades de juego de bolos en Cantabria. Con mucha imaginación podemos ver a los primitivos hombres del Paleolítico practicando el lanzamiento de un proyectil, generalmente una piedra. Lanzándolo contra un objeto vertical, hueso. Esto podría suponer una forma de entrenamiento para la caza. Y con el tiempo derivaría en un entretenimiento. Ese podría ser, el principio del juego de bolos en Cantabria, que tanta importancia tuvo en aquellas épocas de la Prehistoria.

Existen diversas teorías que pretenden justificar el origen de los juegos de bolos, entendidos como objetos verticales derribados con un proyectil.

Unos justifican su origen egipcio basándose en el descubrimiento de una tumba en Naraga (Egipto), en la que aparecieron nueve objetos de alabastro. Todos ellos con forma de vaso, además de cuatro bolas en roca volcánica blanca y negro. El enterramiento correspondería a unos 3000 años antes de Cristo.

HISTORIA

En la antigua Grecia, la tierra en donde nacieron las Olimpiadas y en donde se cultivaba el desarrollo del cuerpo, también encontramos muestras que justifiquen un origen helénico. La famosa escultura del Discóbolo de Mirón refleja con exactitud el lanzamiento de un objeto. Y en la Odisea, Homero relata que los pretendientes de Penélope entretenían su espera con varios juegos. Entre ellos el juego de los bolos.

Roma es heredera de la cultura griega y de sus costumbres. Los antiguos romanos practicaban juegos de bolos. Si los romanos llegaron hasta Cantabria y se establecieron en ella (Portus Blendiun, Juliobriga…), ¿puede entenderse, como teoría, el origen romano de nuestros juegos de bolos?.

Otros, por el contrario, piensan que el origen hay que buscarlo en los pueblos celtas que llegaron al norte de la península. La caída del Imperio Romano de Occidente por la invasión de los pueblos bárbaros trajo a la península a los visigodos. Este pueblo se adaptó con facilidad a las costumbres romanas, haciéndolas suyas. Aunque también aportaron su propia idiosincrasia germánica. Hay constancia escrita de que los visigodos practicaban juegos de bolas y bolos. Pero no puede decirse que Cantabria fuera una región muy afectada por la cultura visigótica. No faltan quienes lo atribuyen a los musulmanes, teoría que parece la más descartable de todas.

De entre todas las teorías, la más aceptada es la que sitúa el nacimiento de los juegos de bolos (objeto vertical derribado por un proyectil) en los monasterios de la Europa continental (Alemania), en el siglo IV, como parte de un rito religioso. Los campesinos tenían un palo (“Kegel”) que utilizaban tanto para defenderse como para realizar un ejercicio físico. La Iglesia personificó el “Kegel” como el Mal y para atraer a los feligreses les invitaba a participar en un juego de “palos” dentro de la iglesia o posiblemente en los claustros. Los que fueran capaces de dar al “Kegel” habrían derribado al ateo y probado que eran hombres temerosos de Dios. De no lograrlo, se consideraba prueba innegable de culpabilidad y vida pecaminosa. Esta ofensa se podía remediar intentando una nueva participación hasta conseguir derribar el “Kegel”. Posteriormente los monjes utilizaron el juego como una forma de pasar el tiempo libre en los monasterios. El paso del tiempo modificó el número de palos con que se jugaba y el proyectil, en principio un canto rodado, pasó a ser de madera.

La entrada en la península de los juegos de bolos, descendientes de los “Kegel” germánicos, se produce a través de los peregrinos a Santiago de Compostela. El Camino de Santiago facilita los intercambios culturales y estos peregrinos, seguramente junto a las posadas y albergues, practican los juegos de bolos. El paso del tiempo irá transformando las normas de juego y aparecerán las distintas modalidades, propias de cada valle o comarca del norte peninsular.

Sorprende, no obstante, que en el “Libro de los Juegos”, recopilado en tiempos de Alfonso X El Sabio, a fínales del siglo XIII, no aparezca ninguna reseña sobre juegos de bolos.

En 1248 se produce la conquista de Sevilla en la que participan barcos cántabros bajo el mando del almirante Bonifaz, rompiendo las cadenas colocadas por los moros y que hoy son parte de nuestro escudo regional. Este hecho, del que ahora se cumplen 750 años, da pie a dos teorías de muy difícil credibilidad: los que dicen que los cántabros llevaron entonces a Sevilla el juego de bolos y lo contrario, que los cántabros los trajeron de allí, atribuyendo el origen de los bolos a los musulmanes.

En el siglo XVI el juego está extendido por toda Europa aunque en muchos lugares se considera indecente y son prohibidos porque ocasionan pecado, vicio y deshonra. La división de la Iglesia con la Reforma Protestante encabezada por Martín Lutero da pie también a los partidarios o no del juego y son muy curiosas las “Leyes del Juego” de Luis Vives que vienen a poner un poco de orden. Parece demostrado que fue Lutero quien determinó que el número de bolos fuera nueve.

HISTORIA DEL BOLO PALMA EN CANTABRIA

Lo cierto es que el juego se ha venido transmitiendo de generación en generación y que con el paso del tiempo esos juegos han ido evolucionando en los distintos valles y dando lugar a las diferentes modalidades. Cualquier lugar era bueno para jugar a los bolos, incluso en la calle, como lo demuestra el Bando publicado por el Ayuntamiento de Santander en 1627, siendo alcalde D.Santos Villegas. La razón de este Bando hay que entenderla en el contexto de la vida económica de la villa, dedicada por entonces al comercio de lanas y harinas provenientes de Castilla y que se comercializaban a través del puerto. Cabe suponer que el continuo trasiego de carros y carretas cargados de mercancías veían interrumpida su cadenciosa marcha por el juego de bolos que practicaban los vecinos en las calles mal empedradas o simplemente “sorrapeadas” a fuerza de azada.

El Bando, primera referencia escrita de los bolos en Cantabria, decía así: “Que se pregone que ninguna persona sea osada de jugar a los bolos en ninguna calle de la villa so pena de doscientos maravedíes, aplicados por entre tercera parte entre Juez, Villa y denunciante, y que sean castigados con todo rigor”. Seguramente los santanderinos siguieron jugando, eso sí, fuera del recinto amurallado que en aquel tiempo tenía la villa de San Andrés, dando lugar a campos de juego que recibieron el nombre de boleras.

En 1722, en la villa de Ampuero, se dicta “que ningún vecino pueda ocuparse en el juego en día de trabajo, ni de día ni de noche, como tampoco en día de fiesta hasta que se haya dicho Misa Mayor…” Y en las Ordenanzas de la Muy Noble Villa de Santillana de 1773 también se pueden leer prohibiciones y limitaciones del juego de bolos.

Pese a esos impedimentos legales, la práctica del juego no disminuyó. En 1792 y 1807 se producen en Puente San Miguel y Quijas, ambos pueblos del Ayuntamiento de Reocin, sendos juicios en los que se ven involucrados las mujeres participantes activas del juego de bolos.

En el siglo XIX los corros se ubicaban generalmente en la plaza del pueblo, muy cerca de la iglesia, cuya campana marcaba el final de la misa y el comienzo del juego. Los desafíos se concertaban a dos juegos y “a los gananciosos” y las dudas planteadas las resolvía el más viejo de los que presenciaban la partida.

El alejamiento de los tiros y el peligro de las bolas lanzadas obliga a delimitar el recinto de juego, bolera o corro, con paredes de piedra que dan lugar a las boleras tradicionales que hoy conservamos en Santillana y Puente San Miguel. En las Ordenanzas de Corvera de Toranzo, en 1891, se puede leer que “Toda plaza destinada al juego público de los bolos estará acotada de manera que las bolas no salgan fuera de su perímetro, con peligro para los que se hallan en sus inmediaciones” A finales de siglo estas boleras van a ser sustituidas por otras construidas junto a las tabernas en donde sus dueños ven la posibilidad de negocio, apoyados por los indianos que fueron modificando el tipo de bolo, lo que disgustó a los demás practicantes produciéndose una disminución de la actividad bolística.

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